miércoles, 2 de mayo de 2012


Segunda entrega
Aquella noche, no pude abrazar a Morfeo por más que lo intenté, no podía quitarme de la cabeza el suceso de la noche anterior; ¿quién sería aquel muchacho?,  ¿porqué hablaba como sí su vida se acabara?, ¿sería pariente de Alfonso? Tanta intriga me dejo obnubilada. ¿Quién era la joven que moría por su amor? Decidí que  esa noche intentaría husmear un poco para averiguar mi curiosidad por aquel apasionado romance. El corazón me bombeaba deprisa al pensar que podía ser la dueña de aquel secreto. ¿Por qué a mí jamás nadie me había enamorado así de desesperadamente?. Mi  vida había pasado sin  pasión, solo sentía  adicción  por mi  trabajo. El amanecer con el canto de los pájaros distrajo mis pensamientos hasta la llegada de Alfonso, lo oí llegar y pararse en mi puerta, la abrió con sigilo al mismo tiempo que decía:
-Buenos días señorita Nadia, hoy la señora desearía que la acompañara en el desayuno-
-Con muchísimo gusto-, le contesté
-En media hora en el comedor pequeño-, me dijo
Se marcho canturreando alguna canción que me era desconocida. Me di una ducha rápida para no hacer esperar a Elisabeth. Cuando entre en el dormitorio un conjunto de lino blanco de mi talla estaba sobre la cama con una nota, que decía “es solo una sugerencia”, me vestí con aquella ropa que me sentaba como un guante. Al mirarme en el espejo me sentí sumamente atractiva, la melena suelta me daba un aire  desenfadado con un toque bohemio de otro tiempo. Corrí por las escaleras como una chiquilla cuando de pronto  tropecé con una jovencita que no me vio llegar; esta se sonrojo al verme.
-Perdóneme señorita no era mi intención, estaba despistada-,  me dijo aquella joven
-No te preocupes la culpa ha sido mía, venía a toda prisa-, le contesté.
Algo en ella me resultaba familiar, ¡claro, era su voz!, la misma de la noche anterior, me di la vuelta pero había desaparecido sin poder saber quién era aquella  joven
En el comedor estaba Elisabeth esperando con una sonrisa amplia.
-Buenos días Nadia, espero que hayas descansado esta noche-, me dijo.
-Sí, la verdad es que he dormido bien-, le contesté
Alfonso apareció con un suculento desayuno,  a base de frutas y tostadas con  mermelada de castaña. Esta vez, la vajilla era de cristal de colores vivos, adornada con un dibujo central de corazones entrelazados, la mire embelesada.
-¿Te  gusta la vajilla querida?, la he comprado en tu honor-, comentó como un susurro
-Me encanta el diseño-, le contesté
              -Me alegro, esta casa necesita un pequeño cambio-
-No, creo que su  verdadero encanto reside precisamente en cómo esta, todo atemporal-, le contesté
-A mí me gusta el estilo clásico,  aunque algún guiño con lo moderno no me disgusta-.
Cuando íbamos hacia el despacho, Elisabeth me susurró:
-Hoy te voy a contar como conocí al duque Eduardo-.
 No quería demostrar mi curiosidad e hice un gesto de aprobación sin más. Ya en el despacho…Empezó su relato
Era un precioso día de primavera, íbamos paseando mi hermana y yo, cuando de repente un carruaje paró a nuestra altura y un apuesto galán se apeó.
 -Perdonen señoritas, ¿saben dónde está  la casa del Marqués Augusto?-,  Lo supe cuando nuestras miradas se cruzaron por vez primera  que aquel joven seria mi gran pasión, bajé la mirada para que el no notara mi nerviosismo”
-¿Se encuentra bien señorita?-, preguntó de manera interesada
-Si estoy bien-, le contesté sin levantar la cabeza,
-No  quisiera ofenderla pero podría no privarme de su hermosa mirada-, su voz sonaba en mi cerebro como un coro celestial.
Mis ojos subieron hasta encontrarse con los suyos, no supe que decir y al fin le dije:
-Íbamos a dar un paseo, mi hermana y yo-
-¿Podría acompañarlas?- pregunto con algo de rotundidad
Esa mañana fue la primera de un idilio que duro diez años en el más secreto de los anonimatos.
Nos veíamos a escondidas en una apartada posada, propiedad de unos amigos donde compartíamos el tiempo que le restábamos a nuestras respectivas familias. Eduardo  estaba comprometido y a punto de casarse con una prima que le había impuesto la familia, aún así yo lo quería y no me importaba ser su amante, siempre  he pensado que el amor no entiende de prioridades ni exclusividades. Prosiguió contándome, nunca me he sentido mejor que en los brazos de él ni más amada que en esos momentos cuando el sol declinaba y él se tenía que ir a otra casa donde lo esperaba su familia. En aquel beso último,  le daba mi alma, que dicho sea de paso solo se la entregué a él, y ahora querida Nadia tengo que descansar antes de proseguir.
Cuando levanté la mirada para contestarle vi como Elisabeth escondía unas lágrimas que se colaron desde su pasado  sin haber sido invitadas. Me levante con sumo sigilo para dejar a aquella dama con sus recuerdos, al pasar por su lado me susurro:
-Gracias-
Salí al jardín para respirar un poco de aire puro e ensimismada no vi que un joven se dirigía a mí sonriendo hasta que su voz serena me dijo:
-Buenos días señorita-
              Al levantar la mirada un escalofrió recorrió todo mi cuerpo, era el joven de la noche anterior, buenos días, perdone mi falta de atención, le contesté, bajando la mirada.
-No por favor no me prive de su mirada-, me dijo
              Perdóneme pues, creo que no nos han presentado, soy Nadia y estoy aquí para ayudar a la señora a escribir sus memorias, le contesté
-Soy Eduardo el hijo de Elisabeth, su sonrisa era clara y amplia
              Aquello me desconcertó tanto, que lo mire desaprobando su comportamiento de la noche anterior, debió de notar algo en mí  porque sus palabras fueron tajantes y seguras.
-No sabía que mi madre hubiese contratado sus servicios, yo soy escritor como usted, pero al parecer menos importante para mi madre de lo que es usted, y ahora si me perdona tengo que irme- su rostro había cambiado, la seriedad predominaba sus facciones.
Se marcho deprisa dejándome hecha un mar de dudas, ¿habría metido la pata? Seguí caminando para no pensar en aquel joven tan desvergonzado que ya estaba metido en mi cabeza como un huésped que había decidido quedarse en mi interior. Me senté en la marquesina cansada de tantas emociones fuertes y descontroladas  ¿Por qué seguía pensando en Eduardo? ¿Quién sería su mujer? pero sobre todo lo que más me inquietaba era mi interés por él
La comida, transcurrió con la misma amabilidad que de costumbre, aquello me tranquilizo  al comprobar que su hijo no le había contado nuestro encuentro. Ya en el postre Elisabeth me dijo:
-Esta tarde tengo que salir de compras, ¿querrás acompañarme?, me dijo
-Claro-,  le conteste
-Así conocerás a mi hijo-, continuó
Intente articular palabra para  decir que no podía ir pero no pude decir nada
-A las cuatro  te esperamos en el garaje para salir hacia el centro, hasta entonces descansa querida te noto cansada-, su voz era la amabilidad personificada
              Creo que se dio cuenta de mi nerviosismo, pero lo disimuló quitándole importancia. A las cuatro bajé al garaje  y allí sonriente Eduardo me abrió la puerta del coche como si no me conociese, su madre sentada delante con el chofer me saludaba con una agradable mirada de bienvenida. Durante el transcurso del viaje madre e hijo charlaban como sin importarles mi presencia, yo naturalmente no decía nada en absoluto hasta que Elisabeth dijo:
              -¿Querida te pasa algo? No has abierto la boca en todo el camino-
              -No, no me pasa nada, solo que estoy un poco cansada-, le contesté casi por obligación. Yo solo quería dejar de pensar en todo lo que envolvía la historia de aquel hombre que  me podía. Entramos en una tienda de ropa, era como un palacete todo decorado en blanco y plateado con  unos sillones clásicos alrededor de los vestidores donde ya Elisabeth salía luciendo un traje blanco con unos tonos dorados de gasa sobrepuesta, verdaderamente aquella mujer era una princesa.
              -¿Te gusta Nadia?-, me preguntó.
              -Esta guapísima-, le contesté
              -Madre creo que deberías de comprártelo, estas preciosa-, comentó Eduardo
              Como si fuera una adolescente se giro con gran agilidad sobre sí misma y dijo:
              -Me lo quedo-
               Y se metió otra vez en los vestidores para salir con otro conjunto esta vez más informal, pero que le sentaba igual de bien que el resto que se probó… Realmente aquella anciana era una joven dentro de una cárcel que limitaba sus  movimientos pero sobre todo sus ganas de vivir (¿realmente seria eso la vejez?). No sabía en qué situación me encontraba aquella tarde pues mi nerviosismo dejaba mucho que desear cuando Eduardo se dirigía a mí, bien con una mirada o simplemente para decirme alguna cosa… El zumbido de las alas de las mariposas que se movían en mi interior hacían que me sintiera como una colegiala ante su primer amor, me levanté para escabullirme con cualquier escusa cuando Elisabeth me dijo:
              -¿Querida, por qué no te pruebas este vestido?-
              No sabía que responder cuando dos palabras acudieron en mi ayuda:
              -Perdóneme pero no necesito nada-, le contesté
              -No me quites las pocas ilusiones que me  quedan-, me dijo como entristecida
              Cogí el vestido y entré en el probador, deslice el vestido sobre mi cuerpo y un escalofrió  recorrió  todo mi ser, aquel vestido era precioso,  me quedaba como hecho a la medida, salí un poco avergonzada.
              - Estás preciosa Nadia, deberías quedártelo  para la fiesta del sábado-, me dijo Elisabeth
              Asentí con la cabeza. Regresábamos a casa  cuando el coche se paro ante un semáforo en rojo, Eduardo, acercó su mano a la mía y la apretó  con fuerza  diciendo:
              -Tengo que irme, perdóname-, me susurró en la oreja.
              Bajó del coche  precipitadamente, como si lo estuviera persiguiendo  el mismísimo diablo. ¿Dónde iría?...No sabía cómo  pero aquel hombre había entrado en mi vida para ponerla patas arriba. Solo ansiaba tenerlo cerca, besarlo, acariciarlo con mis manos hasta que mi corazón le expresara todo mi amor… No entendía el concepto de las formas establecidas por la sociedad de los valores de la moral… En cambio, siguen practicando la doble moral como un deporte popular… El amor llega como un huracán, dejando que el cuerpo se agite con sus fuerzas y ante ese poder de la naturaleza nadie es capaz de resistirse… Preparé la bañera con agua caliente y me sumergí en ella, sentía como acariciaba todo mi cuerpo mientras agitaba el agua para sentir toda su fuerza, me trasladé a otro tiempos lejanos, cuando mi abuela me abrazaba tan fuerte que sentía su corazón latiendo con el mío y eso si que me tranquilizaba… Como ansiaba aquellos abrazos ahora que me habían dejado huérfana de ellos, era cuando más los necesitaba. Me vestí ceremoniosamente como lo hace una novia, cuidando cada detalle, al fin me miré en el espejo… Era todavía atractiva o por lo menos me lo pareció en ese instante. Al pasar por  la cama vi una rosa y una nota que decía:
              -El amor está en el aire
              En  las alas de los pájaros
              En tu mirada-
              No venia firmada por nadie pero yo deseaba que fueran sus palabras, pues no deseaba otra cosa en esta vida. Al salir de mi habitación  oí una especie de rumor que venía del piso de abajo, no lo escuchaba muy bien, pero al acercarme vi como Elisabeth hablaba con Alfonso de la fiesta  del próximo sábado, al acercarme a ellos me saludaron y pasamos al comedor para cenar, ya en el postre Elisabeth me comentó que Eduardo tenía problemas en casa y por eso se había ido tan de prisa.
              -Perdone mi atrevimiento, ¿Eduardo está casado?- le dije.
              Sin darme cuenta las palabras salieron de mi boca sin mi consentimiento
              -De alguna manera está comprometido-, contestó sin darle mucha importancia.
              Ahora sí que  le pregunte:
              -Pero, ¿eso qué quiere decir?
              -Que Eduardo vive con  una joven, un tanto peculiar, no siendo su relación de pareja si es eso lo que querías saber-
              Ante esta respuesta incliné la cabeza para que no viera como mi rostro ardía de vergüenza
              -Mañana vienen a comer los dos, entonces veras de que te hablo, mientras tanto vamos a tomar un café al jardín. Pues a estas horas está precioso- comento Elisabeth.
              Amaneció con el canto de los pájaros lo cual agradecí, debía de prepararme para   continuar con mi trabajo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario