domingo, 6 de mayo de 2012

Espero que disfrutéis tanto leyéndola como lo hice yo escribiéndola...Besitos para todos
Tercera entrega


              Uno de los pájaros se coló en mi habitación, parecía contento emitiendo unos sonidos indescifrables para mí, al alargar mi mano para cogerlo emprendió el vuelo hacia la libertad, lo vi alejarse inmiscuida en mis propios pensamientos. Me duché con abundante agua caliente para relajar todos mis músculos, fue gratificante sentir correr el agua sobre mi piel, unos versos de Neruda acudieron a mi memoria…”Tú risa nunca, porque me moriría...”Los cuales me envolvieron de ternura y melancolía. Me puse uno tejanos  blancos con una camiseta rosa y bajé  al encuentro de aquel nuevo día con la mejor de mis sonrisas.
              -Buenos días Nadia-, me dijo Elisabeth
              -Buenos días-, le contesté
           Pasamos a desayunar, esta vez en la cocina, al parecer Alfonso se había ausentado por motivos familiares, esta era como el resto de la casa tremendamente acogedora, con suficientes ventanas para ver de lleno el jardín, nos sentamos ante dos tazas de café caliente y unos pasteles recién hechos, sorbí el primer trago de café devolviéndome la fe perdida en la humanidad, pero al pasar por mi garganta aquel pastel…lo supe, no quería perder aquel trabajo por nada ni por nadie... Con esa convicción pase la mañana, dejándome abrazar por la romántica historia de amor de aquella encantadora ancianita. Sobre las dos nos avisaron para acudir a la cita con los comensales invitados aquel día
-El señorito Eduardo y Ernestina se encuentran en el comedor-, nos dijo una jovencita con una voz enternecedora
-Dile que ya vamos querida-, contestó Elisabeth, mientras me miraba  sonriendo
El espacio lo recorrimos en silencio, yo intentaba controlar mis sentimientos para no precipitar ninguna palabra que pudiera delatarme.
-Buenas tardes madre, ¿cómo te encuentras hoy?-, le dijo Eduardo, dejando que Ernestina le diera dos besos antes de presentármela formalmente.
La miré a los ojos para intentar descubrir que escondían, pero ella solo dijo:
-Eduardo me ha hablado mucho de ti, es como si ya te conociera-, lo dijo como un lamento.
              Eduardo se acerco para darme dos besos, cerré los ojos para sentir sus cálidos labios húmedos sobre mi piel tan hambrienta de pasión por aquel hombre, unas palabras se quedaron en mi garganta mientras gritaban en silencio, “te deseo con todas mis fuerzas”. El pareció intuir mi poca resistencia, en sus ojos se reflejaron un brillo de diamante rosáceo y escandaloso, mi mirada bajo hacia el suelo, para que no viesen que estaba roja de vergüenza por sentir de una manera tan brutal aquella atracción desmedida.

              Ya en el comedor traté de apaciguar un poco todo el volcán que llevaba dentro, manteniendo una conversación  entre los tres de manera frívola, en el postre aproveché para ir al baño, me refresqué la cara con abundante agua, miré mi rostro mojado y lo vi estaba detrás de mi  mirándome, al girarme  me estrechó entre sus fuertes brazos ¡voy a besarte!,  acercó sus labios hasta dibujar en los míos un arco iris…Me sentí como una hoja de papel en manos del destino, obstinado en acercarme a aquel hombre . Recliné la cabeza en su hombro escondiéndome de su mirada. Tenemos que irnos  le susurre al oído, me soltó suavemente asintiendo con la cabeza, esperé un rato para que no nos vieran salir juntos y fui al encuentro  de las dos mujeres, las cuales me dijeron a dúo:
              -¡Ya era hora Nadia!-
              - Vamos a tomar el té en la sala de música-, dijo Elisabeth
              Era una sala pequeña donde un piano era el verdadero protagonista, sentado en él, Eduardo esperaba para empezar a tocar una música celestial que envolvió con sus notas toda la estancia. Sorprendentemente Ernestina se puso a bailar una especie de vals, incrementando mi curiosidad por aquella joven que tenía a Eduardo en su vida no sabía todavía porqué (la vida es de color de rosa) como en la canción todo es de color de rosa bajo el cielo de París (siempre nos quedara Paris). Una canción y una película que habían marcado mi vida de alguna manera.
              Los días pasaban demasiado deprisa y la obra llegaba  a su fin inevitablemente. Elisabeth conforme iban avanzando sus memorias, la notaba más cansada y ausente, hasta que llegó el final y suspirando me dijo:
              -Se acabó, como todo querida Nadia-
              Noté en sus palabras el cansancio de todos unos años guardando unas vivencias para ella sola (demasiada carga para una mujer sola)
              -Mañana será un día feliz, dejaré mi vida como la he vivido con coraje y libertad-, susurró Elisabeth
              -¿Se va de viaje?-, le dije
              -Si, pero este viaje lo haré sola, me contestó con un extraño brillo en los ojos. Querida ya que el sábado aquel no pudimos celebrar la fiesta, hoy tu y yo comeremos en el jardín con Alfonso ¿te parece bien?-, me dijo.
              -Me encantaría pasar mi última noche aquí con ustedes dos, sería como un regalo sin precedentes-, le contesté
              -Esta noche podrías ponerte en mi honor el traje que te compraste-, me dijo
              -No sé si es osadía, pero me gustaría despedirme de Eduardo-, le dije
              Sonrió de una manera  peculiar, pero asintió con la cabeza.
              Me fui a mi habitación para arreglarme con todo lujo de detalles, esa noche era especial para mí, por ser mi despedida de aquel entorno maravilloso. Mi cuerpo sentía el calor del verano abrasándome la piel, en cambio mi cerebro transitaba por un inverno frio, apaciguador.
              “Quiero escribir un poema de amor sobre tu piel
              Tatuarlo con mis caricias…”
              ¡No!, yo no podía escribir ni pensar en un amor tan incierto como mi futuro.
              Bajé al jardín en donde una preciosa mesa, invitaba a comer los mejores manjares, estaba preparada con un gusto tan refinado que hería la vista, unas velas le daban la luz necesaria para compartir una cena íntima. Alfonso apareció con un traje blanco de lino, estaba encantador… ¡de pronto!, por la puerta apareció Elisabeth…Su traje blanco de gasa se balanceaba igual que una brisa matutina, unos pendientes de esmeraldas verdes, resaltaban sus rasgos que en contra de todo pronóstico aquella noche  parecían más jóvenes, realmente  aquella mujer era  un precioso día de invierno soleado.
              Nos sentamos a tomar un Martini con ginebra… Cuando de repente una voz en mi espalda me dijo:
              -¡Hola!-
              Miles de mariposas se peleaban en mi interior.
              ¡Hola Eduardo!, dijeron a dúo Elisabeth y Alfonso. Aquel intervalo me sirvió para tomar un sorbito de Martini, ¡de pronto!, al lado del invernadero brillaron en el cielo unos preciosos fuegos artifíciales en el ecuador de los mismos  unas letras felicitaban a Elisabeth por su aniversario.
              -Mama cumple hoy…-
              No pudo terminar la frase pues Elisabeth dijo:
              -La edad de un dama pasados los cuarenta no se debe decir-, y sonrió
              Todos esbozamos una sonrisa de complicidad. La noche con su plateada luna trenzaba mis anhelos, intentando refugiarlos en las más recónditas sombras donde pudieran estar a salvo…El lago de los cisnes sonó de pronto, Alfonso dirigiéndose a Elisabeth le dijo:
              -¿Me permite este  baile?-
              -Como me podría negar a semejante oferta-, le contestó al mismo tiempo que se deslizaban formando una hermosa pareja…
              En ese preciso momento unas bandejas de entrantes eran servidos con sutil delicadeza de las manos expertas de unos camareros impecables. La cena fue manjar de dioses…El postre con su cava animó la fiesta animándonos a bailar como unos auténticos chiquillos, enhebrándome a aquella familia de por vida ¿Cómo podría vivir sin todo aquel cariño?,
              -Quiero  hacer una declaración de principios, ahora que soy inmensamente feliz por todo lo que la vida me ha dado, también por esta noche mágica…Mis memorias espero por el bien de Nadia que su “opera prima” sea todo un éxito… Es cierto que no he vivido de puntillas y de lo que he hecho no me arrepiento lo más mínimo…Pero como siempre la sombra del pasado nos atrapa dejándonos desnudos ante la vida, hoy hecho tan de menos a Eduardo como nunca me había pasado-, comentó Elisabeth
               Sentándose derramó unas lágrimas en su memoria. Todos acudimos a consolarla pero ella con una mano firme sacó su pañuelo diciendo:
              -¡Son las últimas!-. Dando un sorbo de cava, continuó:
              - No os apenéis por mí, no pasa nada…La fiesta debe continuar-
              -¿Qué hora es?-, preguntó Eduardo a Alfonso
              -Las cuatro, señor-, le contestó Alfonso
              Una nube recorrió mi horizonte ¿se tendría que ir? De pronto Elisabeth se levantó, diciendo:
              - Buenas noches a todos-.
              -Buenas noches-, contesté con resignación (pues yo quería continuar aquella fiesta durante toda la noche)
              Alfonso la acompañó mientras Eduardo y yo nos quedábamos solos…Al fin, pensé…No podía esperar más y lo decidí atropelladamente me acerque a él mirándolo a los ojos, lamí con un dedo mis labios. Eduardo cogió mi dedo y lo beso…
              -Como me gustaría tenerte por una noche sola, pero no soy libre  para entregarme a ti como te mereces-, comentó
               Dio media vuelta y se alejó dejándome como mariposa clavada con un alfiler sobre una tabla de mármol. Me senté con mi eterna compañera soledad, y nos emborrachamos juntas. La resaca era lo único que tenia aquella mañana, cuando Alfonso llamó a la puerta
              - Señorita tengo que darle una mala noticia-
              Abrí  la puerta para preguntar: ¿pasa algo?
              -La señora ha fallecido esta madrugada-, me dijo
              La noticia me dejo caos antes del primer asalto
              -¿Dónde está?, mi voz apenas se oía
              -En su habitación-, me contestó
              -Ahora bajo-,
               Me arreglé un poco y bajé. Ya en la habitación Elisabeth  sobre la cama parecía que estaba dormida, vestía un precioso traje blanco  un collar de perlas y unos pendientes a  juego…solo pude decir:
              -Está  preciosa-…
              Salí de aquella estancia derrumbándome en una silla lloré, lloré hasta agotar todas y cada una de las lágrimas que oprimían mi cuerpo, unas voces cercanas hablaban entre sí:
              -Nunca quiso vivir más de 90 años-
              -Ha muerto como vivió con elegancia-
              -Era todo una señora-
              -Descanse en paz-
              El funeral fue sencillo, ella lo había dejado escrito:
               “Cuando muera mi funeral debe de ser sencillo, la música que sea  el adagio de Albinoni, la poesía cualquiera de un poeta nada sensiblero…Que nadie se adueñe de mi muerte para ensalzarse…La muerte es solo eso Muerte…Elisabeth”
              Sus cenizas se esparcieron en un extraño lugar donde también el tiempo parecía no tener prioridad. A la vuelta, Eduardo me susurro:
              -Aquí esparcieron también las de mi padre-
              Esas fueron sus últimas palabras, bajó y se fue con todas mis ilusiones, anhelos, mi pasión se ahogo entre sollozos de impotencia   (adiós mi vida, te deseo toda la dicha del mundo) Pero como podía ser tan correctamente educada, quería correr tras él para demostrarle todo el amor que sentía, pero apretando con fuerza una mano contra otra lo dejé marchar sin que mis piernas se movieran ni un ápice
              El libro como por obra de algún mago resultó ser un éxito. Viaje para promoverlo durante casi un año…Lo tradujeron al francés y viaje hasta Francia (La vida es de color de rosa). Paris, abrió una ventana a la esperanza con su luz especial, el Sena, sus parques, todo era tan sumamente  encantador que alcancé un relax de alma y cuerpo. Un día estaba firmando ejemplares en una  librería  cercana a la torre Eiffel, Cuando una voz extremadamente familiar, me dijo:
              - Señorita, ¿me dedica un ejemplar?, la protagonista era mi madre-,
              Mis ojos buscaron los suyos y al encontrarlos tan cerca titubeé un instante hasta contestar:
              - Encantada de dedicárselo-
              -¿Cenaría conmigo esta noche?-
              -Terminaré tarde-, le contesté
              - No importa la puedo esperar, tengo toda la eternidad-
              Me quede pensando si aquello era una broma del destino, o ¿Paris con su embrujo? Me sobrepuse y contesté:
              -Encantada de cenar con usted-
              ¿Quien se podría resistir ante semejante propuesta?
              -Muy inteligente por tu parte Nadia-, me dijo.
              Y allí ante aquellos testigos curiosos, mi vida dio un giro de ciento ochenta grados, para embarcarme en el mar que me llevaba  a la felicidad.
              …”Siempre nos quedara París”…        



             

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