La mujer que miraba la luna con gafas de sol
La
música, flotaba en el aire, procedente de algún lugar del patio de vecinos, las
notas volaban de un lado a otro de la estancia, como mariposas multicolores, alegrando
con su suave vuelo, mi atormentado corazón, el cual,
preso
de un miedo espantoso ante la vida, rogaba poder correr hacia atrás, solo unos cuantos
años, cuando todo era luz. Pero… ¿cómo volver al pasado, quedarse en él,
arropada por la seguridad de una mente que no me traicionara continuamente? El
desconocimiento
del porqué de aquella depresión que me había cambiado la vida, era mi eterna pregunta, a la cual contestaba
todo el mundo.
-¡No te
preocupes!, ¡esto pasará!, ¡ten paciencia!-
.
Que fácil se
ven los toros desde la barrera. Pero cuando la bestia está ante ti, grande,
fuerte, negra… Escapar, huir, es lo más fácil, (el avestruz lo hace
continuamente) pero para mí no había escapatoria,
ni salida, ante aquellas sombras sin rostro que
continuamente
me llamaban. Las voces, resonaban en mi cerebro una y otra vez, tapaba mis
oídos con las manos, pero eran tan persistentes, tan reales, siendo las
únicas compañeras que seguían mis pasos
desde hacía tiempo. Atrapada en mi propia c
árcel,
recorría con la mirada aquel lugar que había sido mi casa, donde había vivido
tantas y tantas horas de dicha. Ahora me
sentía tan sola entre aquellas cuatro paredes que había perdido toda la
intimidad, la complicidad que había adquirido
durante
aquellos últimos años. Me sentía como una barca a la deriva, sin más sustento
que un corazón roído por la desesperación y el caos. Pero lo peor era vivir con
una completa desconocida (porqué yo no me reconocía en aquella otra piel,
llamada
enfermedad
mental). ¿Qué había sido de mis amigos?, ¿de los recuerdos?, ¿los colores?. En
mi paleta de colores solo y únicamente, existía el negro…Lo saboreaba cada día,
llegando incluso a oscurecer todos y cada uno de mis sueños perdidos en
algún lugar de
mi memoria, ahora de difícil acceso…
¿Dónde estaba Carlos? ¿dónde, sus bondadosas promesas?. Ni tan siquiera…La
voz…respondía a mis miles de preguntas Siempre
había estado en contra del llamado suicidio, ahora
empezaba a
coquetear con él, como si fuera mi amante. Le dedicaba cada vez más mis
inútiles horas de vida, con abrazos tenues y caricias cómplices. A falta de
amigos incondicionales…Esos se esfumaron igual que burbujas de jabón… Mi mundo
giraba a mi
alrededor sin ningún aliciente…Me
levantaba, desayunaba con medicación, comida con medicación, cena con
medicación…Entre medias intentaba vivir sin lograrlo. Ahora comprendía la
palabra “caos” bajo todas y cada una de
sus
silabas…
¿Donde estaba Dios? En aquellos momentos no creía en nada ni en
nadie…Cadáveres, quizás, yo muy a mi pesar con vida, era uno de esos cadáveres
vivientes que deambulan por el mundo de
puntillas… ¡No! ¡No!, no quiero vivir así
privada de
toda sensibilidad
¡Extirparme
este cáncer que llevo dentro!
Derrotada
caí al fondo del abismo…No se qué hora era cuando me desperté de aquel trance,
en el suelo sin más abrigo que el frio mármol, con los huesos entumecidos, me
ayude de una silla para levantarme cuando en las
noticias
de las nueve daban una que me sonaba familiar…Joven
de treinta y pocos se precipita al vacío desde un cuarto piso…Porqué yo no
tenía fuerzas para hacer lo mismo
.
Me acerqué a
la cocina, con la esperanza de encontrar un poco de cafeína y así intentar
despistar a la melancolía. Todo estaba igual que antaño sin embargo un frio
glacial paralizaba mis músculos incapaces de sentir la vida (esa misma, que se
me
escurría por
entre los dedos, como granos de arena). Alargué la mano hacia los cristales
para sentir el calor del sol, pero no sentí nada, caí desesperada sobre una
silla buscando algún recuerdo, pero como las musas para los escritores las mías
se
habían ido
para no volver. La cafetera estaba donde la había dejado hacia unos meses antes
de mi ingreso, sobre la encimera, como esperando que alguien compartiera con
ella una taza de café. La llené de agua puse un poco de café que quedaba y me
senté para
esperar la magia que produce la cafeína, el primer sorbo lo saboreé con tanto
entusiasmo que enseguida me sentí transportada hacia viejos y recónditos
recuerdos de antaño cuando toda la familia nos reuníamos en la cocina y se olía
a café,
tostadas
recién hechas acompañado todo de la risa de una familia feliz. La realidad con
su enorme peso me devolvió al presente. Otro fallido intento de reconciliarme
con la vida se hacía añicos, no quería vivir de aquella manera -como un cadáver
viviente- Rodeada
solo de inseguridades, indiferencia, desasosiego. Me asomé a la ventana para
ver de cerca la vida, pero solo vi personas yendo y viniendo como autómatas,
sin rumbo fijo. ¿Por qué no me unía a aquellas gentes para que me
arrastraran
hacia un mar de esperanzas? Así, sin más,
bajé a la calle y me puse a la cola de la
gente, esperando mi oportunidad, como todo el mundo. Un viejo me
dio la mano, estaba fría como el mármol, pero yo la acepté, como se acepta una
última
oportunidad,
caminé hasta no sentir mis piernas, recomponer fuerzas y continuar mí escapada
de la realidad cotidiana. Esta, pronto me llevo de nuevo a mi casa, para
tomarme la medicación que me había recetado mi psiquiatra, sin la cual ya no
podría
vivir ¿vivir? ¡Qué
paradoja…! Después de tomar una fruta, me acosté para intentar apaciguar mi malogrado espíritu. Al rato, debí de quedarme
dormida con ayuda de la medicación. Eran las seis de la tarde cuando desperté
de la siesta, parecía que el
tiempo se
hubiese detenido, lo cual agradecí, porque
me daba una pequeña tregua, mis pensamientos ya no eran tan destructivos
e incluso tenía ganas de cambiar un poco aquella casa e intentar hacerla un
poco más cálida con la ayuda de una mano de
pintura. El
comedor que ahora tenía las paredes grises las cambiaria por un verde oliva,
compraría alguna lamina de pintura impresionista, cambiaría el tapizado de los
butacones por un estampado primaveral. Haría como un rinconcito alegre, donde
poder
disfrutar de la vida…Cuando aprendiera a vivir nuevamente…
Ensimismada en
mis contradictorios pensamientos de pronto recordé que no le había dicho a mi
vecino del quinto que había regresado a casa. Subí hasta el quinto y llamé,
pero parecía que hubiese nadie en casa, me disponía a bajar cuando una voz
débil dijo:
-¿Quién es?-
-Soy Alba tu
vecina, contesté-
-Pasa la
puerta está abierta- continuó la voz
Pasé al
interior y allí sentado en una silla estaba Luis tapado con una manta.
-Perdona que
no me levante-, me dijo
.
-Hola Luis ¿Como
estás?-, le contesté
-¿Cuánto
tiempo ha pasado desde que te fuiste?
-No me fui,
tuve que ingresar en el hospital- le dije
-Si ya lo sé,
me lo contó Carlos cuando vino a
despedirse de mí, pero siéntate mujer, las visitas son como un regalo para una
persona como yo. Estoy unido a esta silla por un accidente de coche que tuve
durante tu ingreso en el hospital.
-Vaya Luis lo
siento mucho, nadie me había dicho nada-
-No pasa nada.
Espero que ahora nos veamos más-
-Sí, eso
espero-
-
-Le di dos
besos y me fui-.
.
Bajé las
escaleras pensando en cómo la vida, te paga a veces con un capricho del
destino, aquel hombre tendría que vivir en una silla, dependiendo siempre de
alguien para todo lo más elemental. Mi estancia en el hospital labia durado
nueve meses y
en tan solo
ese tiempo la vida de Luis había dado un giro de ciento veinte grados. Abrí la
puerta del piso sin darme cuenta que allí, delante de mí, Carlos me sonreía.
-¡Hola!, ¿cómo
te encuentras?-, me preguntó
-¿Qué haces
aquí?- le dije
-Tengo una llave
no lo recuerdas-, me contestó
-¿Cómo has
sabido que estaba en casa?-
-He llamado al
hospital, me dijeron que te habían dado el alta-, respondió
-¿Qué quieres?-,
le dije
-Nada, saber
si estás bien-
-No, no lo
estoy, pero eso ya lo sabes tú, ¿no?-
-Si pero
necesito que me firmes estos papeles-
-¿De qué son?-
-Son los
documentos del divorcio-
-Creo que ya
hace mucho que nosotros estamos separados, justo hace nueve meses… ¿no es así?
lo recuerdo porque fue casi la misma fecha de mi ingreso-.
-Por favor
Alba no seas rencorosa y firma-
-Ahora se
llama rencor, estás agotando mi paciencia
Paciencia sabia
palabra, yo desgraciadamente tengo grandes dosis disponibles.
-Eres patética
Alba, como siempre-
-No te
servirán de nada tus palabras, en otro momento quizás me hubiesen hecho
daño, ahora si embargo me son
indiferentes-
-Bueno me
marcho, ya se pondrá mi abogado en contacto con el tuyo-
-Deja las
llaves sobre la mesa-
-Adiós Alba,
te mereces todo lo que te está pasando-
-Quizás algún
día lo compruebes por ti mismo-.
-Cuando me
quedé sola físicamente deseé con todas mis fuerzas gritar, pero de mi garganta
solo salió un fallido intento.
Llamé a un
restaurante chino para encargar la cena, el encargado me dijo que había un menú
especial para dos personas, acepté sin mucho entusiasmo. A la media hora mi
menú estaba sobre la mesa. Una idea paso por mi mente, ¿por qué no lo
compartía con
Luis?
Por segunda
vez en aquella tarde llamé a la puerta de mi vecino.
-Pase está
abierto-, dijo Luis
-¿Luis,
quieres cenar conmigo?-
-Sería un
verdadero placer-, contestó
-Es comida
china-, le dije esperando su aprobación
-Pero con la
condición que no me obligues a utilizar palillos-, me dijo sonriendo
-Vale, otro
día lo intentaremos-
Así sin más,
dos solitarios se encontraron para
compartir una cena china. La vida a veces te brinda la oportunidad de conocer a
tu prójimo.
Esa noche la
luna plateada brilló con una fuerza cegadora. Colorín colorado este cuento ha
terminado y aunque una enfermedad te puede condicionar jamás te debe impedir
seguir viviendo. Y aunque la vida ya no me parecía de color de rosa, si que a
veces podría
disfrutar del rosáceo de un atardecer.
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