sábado, 28 de julio de 2012


Presagio
Caminaba por las calles vacías sin rumbo fijo, mi cuerpo estaba malogrado y herido, sin embargo mi mente se negaba a denunciar lo que me pasaba. Toda mi vida con él, me había acostumbrado a ser su sombra. La primera vez, estaba embarazada de cinco meses, la paliza resultó tan cruel, que tuve un parto prematuro, evidentemente mi hijo murió y se truncaron mis deseos de ser madre en un futuro. Ahí quizás, tendría que haberme ido de su lado, pero no sé cómo me uní aún más a él,
-¿dependencia?,-
-¿falta de personalidad?,-
-¿pocos recursos económicos?,-
 Lo cierto es que continué a su lado, siendo sometida a toda clase vejaciones por su parte, naturalmente las entradas en el hospital eran frecuentes, caídas en la ducha, en la escalera, un tropezón con la puerta. Y ahora en las sombras de aquellas calles desconocidas, vagaba como una autómata y solo quería que él me rescatara, ¿de qué?, ¡de pronto!, un mendigo me ofreció su mano y me acompañó a un hospital cercano. Allí fui atendida por los profesionales del centro,  después de las primeras curas, se presentó la policía en el centro sanitario, y puse mi primera denuncia, dos mujeres  muy amables me hablaron de abusos, malos tratos, violencia de género, yo estaba tan exhausta que solo quería irme a casa,
-¿pero qué casa?-,
-¿su casa?-
-¿mi casa?-
¡Dios!, la cabeza me daba vuelta, mientras el médico me decía que mi brazo fracturado necesitaba ser inmovilizado, además me dijo que me darían unos puntos de sutura en el labio superior. No sé de dónde y cómo, pero un espejo apareció ante mi cara, ahora tan desconocida para mi, hubiese deseado que todo aquello fuese un sueño.
Al día siguiente amanecí en el hospital completamente confusa por tanta medicación, allí estaban otra vez las dos mujeres, ellas me vistieron y me acompañaron a un vehículo estacionado fuera del hospital, me invitaron amablemente a subir al auto, el viaje fue largo, pero de pronto me vi en una zona desconocida de la ciudad, que podría ser el extrarradio, estacionamos delante de un edificio de nueva construcción, subimos en el ascensor a una planta, que debido a un pequeño mareo no recuerdo el número, cuando me repuse me hallaba en la entrada de un piso y ellas me sostenían, me acompañaron a una habitación y me acostaron. La cama parecía cómoda, entré rápidamente en un sueño profundo. Unas voces me despertaron, un rostro amable me ofrecía un vaso de zumo, al no poder mover la boca, lo hice a través de un canutillo introducido en el vaso, alguien con gestos me dijo algo así como que le contara lo ocurrido, me acercó una pizarra y yo escribí mi dirección y mi teléfono,
 -¡no!-,  me contestó,
-a tú casa ya no puedes ir, hemos denunciado a tu marido, tú misma pusiste la denuncia-.
-¿qué pasaba?-
-no entendía nada-
A los pocos días me encontraba algo más repuesta, yo solo pensaba de qué manera podía huir de aquel sitio, pronto tuve la ocasión y me escapé, busque a Álvaro, este me recibió con un abrazo.
Los días siguientes fueron como una segunda luna de miel, en todo momento estaba pendiente de mí, y yo me sentía feliz, como nunca lo había sido.
La noche del Día de los Enamorados celebramos una fiesta con los amigos, y al volver a casa, Álvaro me dijo:
-¿Porqué te has puesto esa ropa?-
-¡Allí estaba, el brillo fatídico en sus ojos!-
Entonces me di cuenta, un maltratador nunca cambia, quizás el cambio era un deseo mío (comodidad, miedo a la soledad), no pude responderle, de repente los golpes se sucedieron, sentía que la sangre resbalaba por todo mi cuerpo, sintiendo el sabor agridulce que deja la sangre al pasar por la garganta, el dolor era tan intenso que pronto desapareció. No sabía si habían pasado unos segundos, unas horas, cuando una voz, decía:
-¡aquí, aquí!-
-¡todavía está viva!-
Y eso fue lo último que pude oír, una luz tenue al principio, pero brillante en el transcurso de un camino placentero me llevó hasta un mar en calma (era el mar de mi niñez), allí mi cuerpo fue introduciéndose sintiendo su cálido abrazo,  entre sus aguas me sentí segura, poco a poco ellas me cubrieron abandonándome a mi destino.

2 comentarios:

  1. Es terrible el escrito, pero por desgracias esto es muchas veces así, las carencias económicas y afectivas llevan consigo estas situaciones. Y sí, es cierto que no facil que un maltratador cambie.

    No sabía que escribieras, si quieres puedes visitar mi blog de poesía: http://mercedesridocci.blogspot.com.es/

    Un beso.

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