Presagio
Caminaba por las calles vacías sin rumbo fijo, mi cuerpo
estaba malogrado y herido, sin embargo mi mente se negaba a denunciar lo que me
pasaba. Toda mi vida con él, me había acostumbrado a ser su sombra. La primera
vez, estaba embarazada de cinco meses, la paliza resultó tan cruel, que tuve un
parto prematuro, evidentemente mi hijo murió y se truncaron mis deseos de ser
madre en un futuro. Ahí quizás, tendría que haberme ido de su lado, pero no sé
cómo me uní aún más a él,
-¿dependencia?,-
-¿falta de personalidad?,-
-¿pocos recursos económicos?,-
Lo cierto es que
continué a su lado, siendo sometida a toda clase vejaciones por su parte,
naturalmente las entradas en el hospital eran frecuentes, caídas en la ducha,
en la escalera, un tropezón con la puerta. Y ahora en las sombras de aquellas
calles desconocidas, vagaba como una autómata y solo quería que él me
rescatara, ¿de qué?, ¡de pronto!, un mendigo me ofreció su mano y me acompañó a
un hospital cercano. Allí fui atendida por los profesionales del centro, después de las primeras curas, se presentó la
policía en el centro sanitario, y puse mi primera denuncia, dos mujeres muy amables me hablaron de abusos, malos
tratos, violencia de género, yo estaba tan exhausta que solo quería irme a
casa,
-¿pero qué casa?-,
-¿su casa?-
-¿mi casa?-
¡Dios!, la cabeza me daba vuelta, mientras el médico me decía
que mi brazo fracturado necesitaba ser inmovilizado, además me dijo que me
darían unos puntos de sutura en el labio superior. No sé de dónde y cómo, pero
un espejo apareció ante mi cara, ahora tan desconocida para mi, hubiese deseado
que todo aquello fuese un sueño.
Al día siguiente amanecí en el hospital completamente confusa
por tanta medicación, allí estaban otra vez las dos mujeres, ellas me vistieron
y me acompañaron a un vehículo estacionado fuera del hospital, me invitaron
amablemente a subir al auto, el viaje fue largo, pero de pronto me vi en una
zona desconocida de la ciudad, que podría ser el extrarradio, estacionamos
delante de un edificio de nueva construcción, subimos en el ascensor a una
planta, que debido a un pequeño mareo no recuerdo el número, cuando me repuse
me hallaba en la entrada de un piso y ellas me sostenían, me acompañaron a una
habitación y me acostaron. La cama parecía cómoda, entré rápidamente en un
sueño profundo. Unas voces me despertaron, un rostro amable me ofrecía un vaso
de zumo, al no poder mover la boca, lo hice a través de un canutillo
introducido en el vaso, alguien con gestos me dijo algo así como que le contara
lo ocurrido, me acercó una pizarra y yo escribí mi dirección y mi teléfono,
-¡no!-, me contestó,
-a tú casa ya no puedes ir, hemos denunciado a tu marido, tú
misma pusiste la denuncia-.
-¿qué pasaba?-
-no entendía nada-
A los pocos días me encontraba algo más repuesta, yo solo
pensaba de qué manera podía huir de aquel sitio, pronto tuve la ocasión y me
escapé, busque a Álvaro, este me recibió con un abrazo.
Los días siguientes fueron como una segunda luna de miel, en
todo momento estaba pendiente de mí, y yo me sentía feliz, como nunca lo había
sido.
La noche del Día de los Enamorados celebramos una fiesta con
los amigos, y al volver a casa, Álvaro me dijo:
-¿Porqué te has puesto esa ropa?-
-¡Allí estaba, el brillo fatídico en sus ojos!-
Entonces me di cuenta, un maltratador nunca cambia, quizás el
cambio era un deseo mío (comodidad, miedo a la soledad), no pude responderle,
de repente los golpes se sucedieron, sentía que la sangre resbalaba por todo mi
cuerpo, sintiendo el sabor agridulce que deja la sangre al pasar por la
garganta, el dolor era tan intenso que pronto desapareció. No sabía si habían
pasado unos segundos, unas horas, cuando una voz, decía:
-¡aquí, aquí!-
-¡todavía está viva!-
Y eso fue lo último que pude oír, una luz tenue al principio,
pero brillante en el transcurso de un camino placentero me llevó hasta un mar
en calma (era el mar de mi niñez), allí mi cuerpo fue introduciéndose sintiendo
su cálido abrazo, entre sus aguas me
sentí segura, poco a poco ellas me cubrieron abandonándome a mi destino.
muy fuerte, verídico y real.
ResponderEliminarEs terrible el escrito, pero por desgracias esto es muchas veces así, las carencias económicas y afectivas llevan consigo estas situaciones. Y sí, es cierto que no facil que un maltratador cambie.
ResponderEliminarNo sabía que escribieras, si quieres puedes visitar mi blog de poesía: http://mercedesridocci.blogspot.com.es/
Un beso.